Dispara con palabras, no hables con armas

Hay un bosque talado, de hombres yaciendo, sobre una tierra empapada, de color indeleble; del color vino tinto. Hay troncos sobre troncos, y troncos sin ramas. Y un olor perdurable a pólvora y miedo. Ha cesado el estruendo. Han ahogado sus gritos, las bocas del infierno. Ya no escupen veneno. Un silencio que aterra vaga por el páramo, y entre escombros de cuerpos, una voz se levanta, una voz pausada y firme: Apela a la libertad, a la empatía, a la tolerancia. Clama por el respeto y la hermandad... Injuria a la sinrazón. Otras voces rielan, sobre la meseta inerte. Y las palabras se entienden, y hombro con hombro, caminan los hombres. Ha cesado el estruendo.

Mi nombre es Jesús Gordo Batuecas. Nací en Mohedas de Grandilla, en el norte de Cáceres, aunque la mayor parte de mi vida la he pasado en Guadarrama y actualmente en Lozoya, dos pueblos de la sierra madrileña que, al igual que en el que nací, forman parte de mi estructura emocional y cotidiana.