El tiempo de los corazones
Autor: | Carmen Gómez Ojea |
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EAN: | 9788416862757 |
eBook Format: | ePUB |
Sprache: | metaCatalog.groups.language.options.español |
Produktart: | eBook |
Veröffentlichungsdatum: | 08.06.2017 |
Kategorie: | |
Schlagworte: | amor crecimiento personal madurez |
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Relato sobre la apertura de un corazón bloqueado tras el profundo desengaño de un desamor - asociado a un intento de abandonar este mundo -. Hay amores en la alborada de la mayoría de edad que aspiran a la eternidad y a la omnipresencia, amores de las entrañas y del imaginario pero, con frecuencia, fundados en una dependencia que bebe de dificultades afectivas anteriores, en la familia de origen. La protagonista logra reconocerla, asumirla y reconciliarse con las carencias emocionales su vida de infancia, para empezar a construir una vida de mujer adulta con luz propia.
Jamás quise ser escritora, pero comencé a escribir nada más que supe poner en un papel mi nombre y mis apellidos, también la tilde en la o de Gómez. Me di cuenta de que era escritora porque todos los días escribía cuentos de tres o cuatro líneas que me costaron bastantes castigos, como el de escribir mil veces, que se redujeron a algunos cientos, 'No debo desperdiciar tontamente mi tiempo ni mis cuadernos'. Estudié Filología Románica, en la especialidad del español. Me presenté por primera vez a un certamen literario de novela a los veintiún años, convocado por el Ateneo de mi ciudad, villa exactamente, de Gijón, que no gané, pero fui la finalista con una obra de título sartreano: Las manos inútiles de ambiente universitario, que permanece en estado de dormición en la vieja arca de las Ánimas de la Cofradía de Pescadores de Gijón, que adquirimos en una tienda de antigüedades, y que está en el recibidor de mi casa. Quizá algún día me decida a quitar todos los objetos acumulados sobre la tapa del arcón y la despierte, porque creo que es una buena historia, por cuyas páginas andan jóvenes muy peleones que debían amarse extramuros , en las escombreras, porque era un tiempo en el que los besos y los abrazos fuera del matrimonio eran pecado mortal y estaban prohibidos. Luego gané diversos premios y sigo escribiendo cada día. Acaba de nacer mi quinto nieto. Soy abuela de otros dos y de dos nietas, por lo que tengo mucho que contar e inventar e imaginar y narrar y cantar. Me encanta la abuelez. En este instante escribo Los locos del ático y me estoy riendo bastante con una familia numerosísima de nudistas, que salen a la terraza en bolas a comer los días de sol, a tomar el aire, a leer, a hacer gimnasia, a tejer, sin importarles ni un pimiento los comentarios del vecindario cotilla que los espía. Carmen Gómez Ojea
Jamás quise ser escritora, pero comencé a escribir nada más que supe poner en un papel mi nombre y mis apellidos, también la tilde en la o de Gómez. Me di cuenta de que era escritora porque todos los días escribía cuentos de tres o cuatro líneas que me costaron bastantes castigos, como el de escribir mil veces, que se redujeron a algunos cientos, 'No debo desperdiciar tontamente mi tiempo ni mis cuadernos'. Estudié Filología Románica, en la especialidad del español. Me presenté por primera vez a un certamen literario de novela a los veintiún años, convocado por el Ateneo de mi ciudad, villa exactamente, de Gijón, que no gané, pero fui la finalista con una obra de título sartreano: Las manos inútiles de ambiente universitario, que permanece en estado de dormición en la vieja arca de las Ánimas de la Cofradía de Pescadores de Gijón, que adquirimos en una tienda de antigüedades, y que está en el recibidor de mi casa. Quizá algún día me decida a quitar todos los objetos acumulados sobre la tapa del arcón y la despierte, porque creo que es una buena historia, por cuyas páginas andan jóvenes muy peleones que debían amarse extramuros , en las escombreras, porque era un tiempo en el que los besos y los abrazos fuera del matrimonio eran pecado mortal y estaban prohibidos. Luego gané diversos premios y sigo escribiendo cada día. Acaba de nacer mi quinto nieto. Soy abuela de otros dos y de dos nietas, por lo que tengo mucho que contar e inventar e imaginar y narrar y cantar. Me encanta la abuelez. En este instante escribo Los locos del ático y me estoy riendo bastante con una familia numerosísima de nudistas, que salen a la terraza en bolas a comer los días de sol, a tomar el aire, a leer, a hacer gimnasia, a tejer, sin importarles ni un pimiento los comentarios del vecindario cotilla que los espía. Carmen Gómez Ojea