La Impunidad Imperial

En vista del proceso que trata este libro, vale la pena realizar un repaso de cómo debería entenderse. La explicación más corriente recurre a la definición clásica de 'imperialismo' desarrollada a fines del siglo XIX y comienzos del XX. En ese entonces, podía observarse un fenómeno que parecía nuevo, aunque no era sino la aceleración del que ya se había gestado en el siglo XVIII: la ocupación lisa y llana de regiones enteras en manos de las grandes potencias, convertidas, por lo tanto, en 'imperios' mundiales que administraban población de los cinco continentes. Los debates para comprender semejante situación derivaron en un texto fundacional, a cargo de Lenin: El Imperialismo, etapa superior del capitalismo, que si bien no fue el primero en plantearlo, sí lo expuso en forma clara y sistemática. En este esquema, la incursión de EE.UU. en Medio Oriente se explica por su voluntad de monopolizar el petróleo y ciertas áreas geográficas. A su vez, en esos países donde se realizan combates cuerpo a cuerpo entre la población y las potencias imperialistas, la revolución socialista estaría al caer. Lo cierto es que empresas de diferentes países (incluidas las rusas y chinas) han incursionado en el petróleo iraquí. La dirección burguesa local, en sus diferentes formas, es la que verdaderamente ha venido resistiendo la invasión (y parece que con muy poco temor de armar al proletariado que dirige). Lamentablemente, aún la revolución está muy lejos de Irak y Afganistán. Los planteos leninistas-trotskistas sobre este punto adolecen de un error inicial: niegan la vigencia de la teoría del valor y de la crisis como consecuencia de la caída de la tasa de ganancia por aumento, entre otras variables, de la composición orgánica del capital (es decir, que el capitalismo entra en crisis por su propio desarrollo, no por la falta del mismo). Si estas ideas fueran ciertas, todo el aparato legal explicado por Marx en El Capital ya no tendría validez. Sin embargo, la constatación con la realidad muestra que las leyes descritas por Marx siguen rigiendo los movimientos económicos. Las disputas políticas y militares no anulan la competencia por lograr una mayor productividad sino, por el contrario (y a diferencia de lo que pontifica el credo liberal) son expresión y parte de ella. Si un estado invade a otro, es porque ha conseguido una acumulación suficiente para crear un ejército de considerable tamaño. Es decir, su economía está en condiciones de fabricar (o comprar) armas más sofisticadas y destinar mayores recursos a educar y sostener individuos destinados a combatir. El Imperialismo no es una etapa diferente del capitalismo ni un fenómeno económico. Es, en todo caso, una expresión política de las contradicciones económicas. Las guerras de Corea y de Vietnam no tuvieron como móvil la defensa de ninguna fuente de materias primas ni la competencia entre pulpos. Se trataba sencillamente de detener la revolución. Lo que hace el planteo leninista es politizar la economía y, por esa vía, transformar la política en mero reflejo de intereses económicos inmediatos. La política de los EE.UU., como la de cualquier estado, no puede reducirse a la voluntad de un 'monopolio' económico.  Bien, sabemos que se trata de un fenómeno político, pero ¿qué es específicamente el Imperialismo? El programa que representan los capitales más concentrados a nivel internacional.

El contenido de eso que se llama 'imperialismo' es uno de los problemas más debatidos en la izquierda, a nivel mundial, de los últimos 100 años. En general, los debates en torno al problema se restringen al campo 'teórico', entendiendo por 'teoría' no el descubrimiento de las leyes del desenvolvimiento de la realidad, sino la crítica a diversas opiniones muy generales, y puramente conceptuales, para finalmente dar su acuerdo a tal o cual autor (o una combinación de ellos). La densidad de lo real-concreto se abandona en nombre de la búsqueda de definiciones que cuajen mejor con las sagradas escrituras. En ese sentido, el trabajo de Roberto Montoya representa una bocanada de aire fresco y una indicación de qué es lo que debe hacerse para comprender el fenómeno. En su libro, el autor desarrolla, en forma muy completa y con suma precisión, una de las consecuencias de la invasión imperialista en Irak y Afganistán: la negación de derechos civiles y políticos, la persecución, la degradación física y moral y el asesinato de la población local, en su mayoría, obrera. Ha compilado los sucesos más relevantes y los relata pormenorizadamente. Además, los clasifica según el tipo de acciones emprendidas: las cárceles, las torturas, las deportaciones. Montoya hace lo que debería ser el primer paso para cualquier científico al enfrentarse con un fenómeno: describirlo pormenorizadamente. No importa lo que dijeron Marx, Lenin o Mandel. Importa lo que sucede realmente. Ese es el primer mandato: chapotear en el farragoso caos de los hechos y encontrarles una jerarquía y un orden lógico. Con todo, nuestro autor va aún más allá, porque construye un relato, si bien fuertemente trágico, sumamente accesible para cualquier lector.