La ciudad indiana

En La ciudad indiana José Agustín García analiza la Historia con mayúscula y contrasta la modernidad de los principios del siglo XX con la herencia colonial y las tradiciones locales. El autor pretende desentrañar qué tiene en común la Argentina de entonces con las nuevas ideas imperantes y afirma, refiriéndose a su entorno: El desprecio del trabajo es el sentimiento predominante. Y a partir de este enfoque desmenuza qué elementos de la modernidad, incluido el marxismo, son incompatibles con la vida económica de la Sudámerica de principios del siglo XX. Si nosotros tenemos nuestra economía científica y práctica desgraciadamente en perpetua contradicción por errores de método y de concepto, también nuestros antepasados tuvieron la suya, mejor que la nuestra en cierto sentido, porque las dos fases se correspondían exactamente. Dos o tres principios tomados de la Moral y la Teología dominaban todas las ideas y se traducían en reglas prácticas de conducta y legislación. En primer lugar la ciencia antigua condenaba el comercio. El espíritu de lucro había sido fulminado por los padres de la Iglesia. Nada justificaba las ganancias del comerciante. Anticipándose unos cuantos siglos a Carlos Marx, San Jerónimo decía: "Como el mercader nada agrega al valor de sus mercaderías, si ha ganado más de lo que las ha pagado, su ganancia implica necesariamente una pérdida para el otro; y en todo caso el comercio es siempre peligroso para su alma, puesto que es casi imposible que un negociante no trate de engañar".