Lección poética o Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana, en tercetoses un poema satírico obra de Leandro Fernández Moratín. En él cuestiona los usos poéticos de ciertos autores españoles de su época. En esta obra critica a autores contemporáneos y pasados y expone su punto de vista sobre los géneros literarios, la lírica, la épica y el drama. Al hablar de la lírica se pronuncia contra la exageración. Ataca también - las metáforas violentas, - las redundancias, - los juegos de palabras, - los equívocos, - la vulgaridad, - el uso de cultis­mos (que aprovecha para atacar a Góngora) - y los arcaísmos.La censura moratiniana no solo revisa de manera negativa el pasado Barroco español y a los seguidores modernos del mismo. Critica a los poetas que contemporáneos suyos que usaban arcaísmos y galicismos. A la vez, esta Lección poética defiende su estética neoclásica, que es su interpretación personal de las ideas teóricas que Moratín leyó en Horacio, Boileau y, sobre todo, en la Poética de Luzán y sus continuadores dieciochescos.

Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760-París, 1828). España. Hijo del escritor Nicolás Fernández de Moratín, Leandro nació en Madrid el 10 de marzo de 1760, en la calle que hoy lleva su nombre. Sus padres, que habían visto morir a sus otros hijos a corta edad, se volcaron sobre su cuidado y educación, incluso con un exceso de atención y de rigurosidad. El Moratín niño fue, al parecer, introvertido y sensible. Las obras teatrales y poemas de su padre gozaron de cierta resonancia en su época, pero su interés no ha pervivido sustancialmente. Leandro, quien ya tuvo medios y lecturas para formarse en su propia casa, estudió latín y otras materias, pero no ingresó en la universidad. Pronto fue orientado por su padre hacia el aprendizaje de las artes del dibujo y de la joyería (fue aprendiz de joyero durante unos años), pero Leandro se inclinó por la literatura, aunque también cultivó aquellas artes a lo largo de su vida. A los dieciocho años de edad, envió un poema a la Academia (La toma de Granada) por el que se le concedió un premio menor, pero que quizá lo animó a frecuentar los círculos literarios madrileños que se reunían en los cafés. La muerte de su padre, en 1780, coincide con un momento de cierto reconocimiento de Moratín como poeta, confirmado, dos años después, por otro premio recibido en un certamen académico con el poema Lección poética, una sátira sobre la mala poesía. Su primera incursión en el teatro llegaría en 1786 con El viejo y la niña, que se estrenaría cuatro años después. En 1787, Jovellanos conectó a Moratín con el político ilustrado Cabarrús (padre de Teresa Cabarrús, involucrada en la revuelta francesa del 9 de termidor, que acabó con el régimen de Robespierre en 1794), para que fuera su secretario en un viaje a París. Allí estudió francés, reencontró a algún amigo e hizo contactos nuevos, como con el ya anciano dramaturgo italiano Carlo Goldoni. A su regreso a Madrid, y con Cabarrús cuestionado e incluso encarcelado y temporalmente desterrado debido a sus posturas ilustradas, Moratín hubo de buscar su sustento, el cual encontró con el conde de Floridablanca y, después, con Godoy. Este último lo envió como representante a Francia en 1790, haciendo escala en Bayona para visitar a Cabarrús (que sería rehabilitado por Godoy en 1792). En París, en julio de ese año, fue testigo directo de la situación revolucionaria y la violencia implícita a ella, ante lo cual decidió marchar a Inglaterra. Allí pudo profundizar en sus estudios dramatúrgicos, así como realizar viajes y conocer a escritores destacados (también inició su conocida traducción de Hamlet). Su viaje continuó atravesando Europa central hasta Italia, donde pasó tres años visitando varias ciudades. Moratín escribió numerosas notas y observaciones de todos estos viajes. A su regreso a Madrid, el 5 de febrero de 1797, se le propuso el cargo de director de la oficina de traducciones del ministerio de Relaciones Exteriores, el cual aceptó. Hacia 1799, sus ideas enciclopedistas y liberales le acercaron más a Goya, a quien ya conocía. También ese año inició Moratín su pasional relación con Paquita Muñoz, que le inspiraría la obra El sí de la niñas. Vino después un periodo de representaciones exitosas de sus obras, y la vida de Moratín fue creciendo en bienestar y reconocimientos.

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