En sus escasos diecinueve años de existencia Juana Borrero dejó una huella indiscutible en la lírica cubana. Su admiración por Julián del Casal, su noviazgo con el poeta Carlos Pio Uhrbach, su entorno familiar, favorecieron que José Lezama Lima la considerara iniciadora del misterio de la participación poética. El poeta y ensayista cubano Cintio Vitier dijo de Juana Borrero que era una niña prodigio que dejó poesías, cartas y pinturas famosas: El destino de Juana hay que entenderlo desde los supuestos ultra-románticos difundidos en los medios artísticos del fin del siglo y representados entre nosotros con especial sinceridad y lucidez por su amado maestro Julián del Casal. Entre esos supuestos o quintaesencias pueden señalarse dos: la Naturaleza es abominable; la alegría es vulgar. Poco antes de morir de tuberculosis en el exilio, Juana Borrero dictó, casi sin fuerzas, a su hermana, su último poema, titulado así: Última rima.

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