¡Todos somos amos y esclavos de los demás!

Nuestra vida es obra de un demiurgo malicioso que organiza la vida de los individuos en torno a un único sentimiento: el de la injusticia. Todos somos conscientes de hasta qué punto nuestra vida es una privación de libertad y una injusticia constante: el jefe que elige su horario de trabajo y que, encima, se gana la vida mejor que nosotros, el que está en los mejores colegios para el que toda su vida estará marcada por la libertad sólo por el nombre de éste en su currículum, el que puede viajar cuando quiere y donde quiere. Sin embargo, cuando se trata de pensar en nuestro lugar en este mundo, que es tan desigual e injusto como la suma de nuestros sentimientos personales, se nos presenta un espectáculo completamente distinto: el de la ceguera. En este discurso, Frédéric Cohen nos invita a repensar nuestras relaciones sociales con el objetivo de vivir más felices dándonos cuenta de que somos a la vez amos y esclavos de nuestro prójimo.

Frédéric Cohen es un amante de la vida. Sin embargo, no siempre ha sido así. Desde su infancia, burlado y abandonado por otros que le consideraban demasiado aburrido, o mejor dicho, demasiado inmaduro para entender su visión del mundo, Frédéric Cohen desarrolló un odio al mundo que alcanzó su punto álgido cuando suspendió la carrera de Económicas. Atrapado en una espiral de depresión, no encontraba su razón de vivir, hasta que un día leyó un libro que le cambió para siempre y le empujó a ver el mundo de otra manera, que ahora intenta compartir.