La vida corre por la sangre de Yerma. Está casada con un hombre honesto, bondadoso, trabajador, fiel. Sin embargo, ella vive un dilema freudiano, ¿existe el amor si ningún tipo de deseo sexual? ¿puede su buen marido hacerla feliz sin desearla?, puede, ¿darle una vida intensa y plena? Yerma vive con un nudo en la garganta. A la vez no puede articular del todo qué quiere. Porque tras lo que manifiesta hay siempre en ella más misterio. Necesita vida, pasión, ser mujer y una amargura perpetua la acecha. No saber qué quiere es casi tan doloroso como la indiferencia sexual de su marido: ¿Quiere ser madre, quiere ser deseada, quiere ser plena? Nunca lo sabremos del todo y ese es uno de los encantos y misterios de esta obra. Yerma es un poema trágico en tres actos y seis cuadros, escrito entre 1933 y 1934, remite a una sociedad arcaica, instalada en un pequeño pueblo rural de Andalucía. Descrita por su autor como una obra sin argumento, Yerma se centra en el complejo conflicto interno de su protagonista. De hecho, se podría decir que el resto de los personajes están allí para hacer evolucionar este conflicto, o para mostrarlo desde distintas perspectivas. En el centro de este dilema están los deseos de ser madre de Yerma y la imposibilidad de tener hijos (al menos con su marido). El talento de Federico García Lorca va incluso más allá de este dilema. Cada vez que leemos Yerma se nos revela una arista más profunda del afán de buscarnos a nosotros mismos y de nuestra insaciable incapacidad para encontrar alguna forma de epifanía. «Yerma, cuerpo de la tragedia que yo he vestido con ropajes modernos, es, sobre todas las cosas, la imagen de la fecundidad castigada a la esterilidad. Un alma en la que se cebó el destino señalándola para víctima de lo infecundo. Yo he querido hacer, he hecho, a través de la línea muerta de lo infecundo, el poema vivo de la fecundidad. Y es desde ahí, del contraste de lo estéril y lo vivificante, de donde extraigo el perfil trágico de la obra.»

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898-Víznar, 1936). España. Hijo de un acomodado propietario de tierras y de una maestra de escuela del pueblo perteneciente a una buena familia de Granada. Recibió de su madre las primeras lecciones, y de su tía Isabel, que vivía con ellos, las primeras nociones de música (guitarra y piano). Ya en la infancia montó Federico sus infantiles obras de títeres, además de iniciar su afición por el dibujo. También entró en contacto con el folclore popular andaluz gracias a los 'tablaos' flamencos que organizaba la familia. Sensible, zalamero e ingenioso, Federico fue un muchacho más bien volátil y no destacó en sus estudios, aunque sí por su afición a la lectura y su desbordante imaginación. En 1909, la familia se trasladó a Granada, donde Federico estudió el bachillerato en el colegio del Sagrado Corazón (no religioso, pero sí tradicionalista), cuyo título sólo obtuvo en 1915, y gracias a ciertas recomendaciones. Pudo así ingresar en la Universidad de Granada, en las que empezó a estudiar filosofía y letras y derecho. Su experiencia universitaria fue análoga a la de bachiller; Federico encantaba a todos con su ingenio y su conversación, pero el estudio se le hacía cuesta arriba. En realidad, nunca finalizó la carrera de filosofía, aunque sí la de derecho, en 1923. Antes, en 1917, Federico realizó un viaje de estudios por Castilla y Andalucía en el que conoció a Unamuno (en Salamanca) y a Antonio Machado (en Baeza). Este viaje daría lugar a su primer libro, Impresiones y paisajes, publicado en 1918. En Granada, su contacto con el ambiente cultural se extendió al Ateneo y al Centro Artístico Granadino, donde trabó amistad con el compositor Manuel de Falla, además de promover y participar en unas tertulias más vanguardistas, como la del café Alameda (a la que llamaron tertulia del 'Rinconcillo') y la de la taberna del Polinario, de ambiente flamenco. De hecho, la música y su estudio fue durante muchos años su mayor pasión, llegando a conseguir un buen nivel de interpretación al piano. Quizá su carrera se habría orientado en este sentido si sus padres no se hubieran opuesto a que Federico marchara a París a continuar sus estudios musicales, como le había aconsejado Falla hacia 1920. No obstante, las tentativas poéticas iniciadas hacia 1916 y materializadas con la publicación de su primer poemario, Libro de poemas, en 1921, inclinarían a Lorca hacia la escritura. Sin duda, su contacto con poetas y literatos jóvenes y otros ya experimentados en su paso por la famosa Residencia de Estudiantes de Madrid, entre 1919 y 1928, también influyeron en la adopción de la vía literaria. Entre sus más allegados entonces figuraban Salvador Dalí, Luis Buñuel, Pepín Bello, Emilio Prados, Rafael Alberti, Moreno Villa y, algo más adelante, Vicente Aleixandre. Fue fusilado por el franquismo en 1936.

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