Escribir como un viaje doloroso. Como prodigio y redención. Como alternativa para que todo lo demás funcione o resignada vía para la supervivencia. Escribir. Tortura asfixia, obsesión y patología; pero también recetario y pócimas para intentar arreglar las cosas con ella, quién sabe. Escribir como pasaporte mágico para estar en el mundo. Néstor es el nombre del autor: Encantado. El de su musa, Bronte: Qué tal. Alrededor de ambos un vívido inventario de nombres, sintagmas, satélites, gramáticas e imaginaciones caligrafiadas. En Nueva York, Belém, Utrecht y otros tantos contextos mecanografiados. Bienvenidos al proceso natural afilado tortuoso frustrante puro lógico esquizofrénico poético mentira cruel oscuro y maravilloso de la gestación de un libro.

Nacho Ibernón es periodista, padre y más bien joven. Profesional experimentado, narrador principiante. Tres palabras que describen su fachada: «comunicación», «tele» y «equipo». Con la letra p, «plus» y «perseverancia». Por dentro el autor es todo palabras, sustantivos adjetivos pronombres verbos conectores subordinadas y predicativos, es decir, crisis literarias que a veces llegan a texto y otras no, dudas sintagma, y un montón de metáforas de diversa consideración.